Había una vez un niño, yo. Ese niño tenía un padre y ese padre a su vez tenía tres cosas: tiempo, pinceles y pintura. Aunque no la suficiente pintura amarilla, por lo visto (¿un Pac-man verde?).
Adivina cuan feliz era aquel niño en su habitación...
Ahora, más cerca de los cuarenta que de otra cosa, la pared sigue manteniendo inalterables a Pac-man y a Sonic. Compañeros ilustres de habitación. Y cuando visito la casa de mis padres no puedo dejar de entrar allí unos minutos y sentirme, aunque sea por unos instantes, niño otra vez.
Hasta la próxima entrada, cartucheros!
Pero qué chulo! esa habitación te hace viajar al pasado.
ResponderEliminarY que lo digas amigo. Y lo que resulta genial es que está en el presente! Un saludo
ResponderEliminar